miércoles, 14 de noviembre de 2012

Capítulo 12. Androides. Misión Luna.

 
¿Qué estarías dispuesto a dar para salvar a un ser amado?
Lucía, una chica de trece años común y corriente, se verá arrastrada a una aventura vertiginosa junto a un joven desconocido, alguien capaz de guiarla en la misión más importante de su vida: salvar a su hermana Luna.
Explosiones, un secuestro, una persecución desesperada y todo eso en una noche, una noche especial, una noche en la que se juega mucho más que el destino de dos hermanas.


Este libro me lo regaló mi profesora de Id.Español, Beatriz Sarli, por mi cumpleaños.
Para ser sincera al principio no me pareció muy convincente pero cuando fui leyendolo, me dí cuenta de que es una historia muy buena. La historia toma vida acá, en Montevideo y en varios lugares que casi todos visitamos  alguna vez.
Esta novela me hizo pensar sobre lo que yo sería capáz de dar por mi hermano, al igual que hizo Lucía (personaje principal) por su hermanita Luna.
De verdad, de verdad, lo recomiendo.
Me pareció una historia muy especial, ya que tiene ese queseyo que la hace muy diferente a las del resto.

Les dejo aquí el primer capítulo:  

Comienzo uno:
 
Cuando la casa estalló en pedazos, Lucía estaba recostada
sobre la cama, con los ojos cerrados y escuchando
la música de Ana Prada, su cantante preferida.
Sí, yo sé que suena raro que una chica de su edad
estuviese escuchando a Ana Prada, pero si quiero contar
la historia como realmente sucedió, debo ser fiel a cada
detalle, y Lucía era así; mientras sus compañeras de colegio
planificaban los respectivos cumpleaños de quince
(¡con un año de anticipación o más!), mientras se intercambiaban
en facebook las fotos de los miembros de la
banda de pop que estaba de moda en radio Disney, o se
turnaban para pasearse por la puerta del Devoto mirando
como bobas a los chicos que reponían las góndolas, Lucía
prefería leer poesía, llenar las paredes de su cuarto con
reproducciones de obras de Klimt y escuchar a Ana Prada.
 

Comienzo dos:
 
Cuando la casa estalló en pedazos, Lucía estaba recostada
en la cama, con los ojos cerrados, los auriculares
en los oídos y el iPod sonando a todo volumen.
Fue la vibración de la explosión –y no el sonido–
la que la obligó a abrir los ojos, porque con el
volumen al máximo solo escuchaba la música. En ese
momento, pensó en su hermana Luna y sintió terror,
temió que algo pudiera sucederle.
Luna era una bebé de apenas un año y medio,
y a esa hora debía estar durmiendo en la habitación
contigua; la niñera ya se había ido y dejaba a la nena
en la cuna, al cuidado de Lucía, hasta que llegaba su
madre. En realidad, Luna era su medio hermana, la hija
de su madre y de su padrastro, y aunque todos decían
que la chiquita no le importaba (sensación que Lucía
se encargaba de alimentar mostrando cierto desdén), su
primer pensamiento fue para ella. Recién después de
preocuparse por la seguridad de la bebé, se le pasó por
la mente preguntarse qué estaba ocurriendo, por qué la
casa estaba haciéndose añicos y su cuarto desintegrándose
en fracción de segundos, y finalmente, qué iba a
sucederle a ella.
 

Comienzo tres (el definitivo):
 
Cuando la casa estalló en pedazos, Lucía vio todo como
si fuese la escena de una película en cámara lenta. Los
pedazos de ladrillo, las esquirlas de vidrio y madera
de las ventanas, los trozos del cielorraso y las reproducciones
de Klimt surcaban el aire hechos jirones y
danzaban al ritmo de la voz de Ana Prada. Era una imagen
surrealista: todo a su alrededor se desmoronaba, se
deshacía, se desintegraba, y en su cabeza sonaba una
melodía suave, amable, casi como una canción de cuna.
… suelo andar, ya me ves/ jugando al tentempié
en el precipicio, le cantaba Ana Prada al oído mientras
el mundo desaparecía ante sus ojos. Lo último que vio
fue un pedazo del marco de la ventana volando directo
hacia su cara. Después todo fue oscuridad
 


Lu♥ 

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